“No hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe”, Ray Bradbury.
En los tiempos más oscuros de la historia, en los regímenes dictatoriales y cuando se ejerce la censura, el objetivo principal siempre es acabar con los libros. Porque los libros no sólo invitan a pensar, no sólo amplían el conocimiento, sino que además se encuentran cargados de un arma tan poderoso como los recuerdos.
Un libro no concluye con el final de su historia, porque nos acompaña siempre. Regresa cuando nos vuelve a la memoria. Regresa cuando recordamos a la persona que lo recomendó o que lo regaló. Regresa también el lugar en el que empezamos y finalizamos sus páginas. Regresa siempre, por más tierra que pongamos de por medio. Porque los libros, como la vida, están cargados de historias: “Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias”, que dijera el escritor uruguayo.